Despedido yo? Ya hace una semana de la noticia, pero aun sigo bebiendo por mi antiguo puesto, vestido de luto, en alguna mesa de un bar de poca monta. Me lleva el diablo, no le creo a mis propios ojos, era aquel viejo bar. Entre sigilosamente y mis pasos se escondieron bajo las notas de un piano golpeado violentamente por los toscos dedos de un viejo que conocía de antes desde antes de vivir esta historia. Encontré una mesa para dos, no creo sinceramente que valla a llegar mas gente de la que ya hay, no a esta hora, además, encuentro vulgar sentarse en la barra. Luego de pedir un par de copas, por segunda vez esa noche, desconfíe de mis propios ojos: Era ella
Su largo pelo liso y algo ondulado no había perdido ese brillo cautivador que tenia cuando la conocí; sus labios seguían siendo tan tentadores como un suave beso a la más fina copa de vino añejado por la elegancia de algunos años; sus ojos tenían la misma mirada ardiente de pasión encadenada por tristes experiencias que hace algunas noches atrás; su cuerpo parecía una escultura, un monumento a la hermosura femenina, y, porque no decirlo también? Una oda absoluta a la lujuria…
Aunque creo que ha engordado.
Me vio. La salude con mi copa medio vacía (realmente no fue casualidad, una copa llena es de quien esta esperando a alguien, y una copa vacía solo se encuentra en manos de un borracho), valió la pena esperar con la copa a mitad de beber, logré el mismo efecto que lograba en aquellos días mozos, creo que no he perdido el toque. Al haberse callado el viejo músico, el momento fue perfecto para charlar.
En otros tiempos esta charla no hubiera existido, probablemente hubiéramos viajado a ese hermoso y apasionado lugar que la gente conoce ordinariamente como la pista de baile, lugar donde atraíamos las miradas de todo un bar, volando juntos, los dos solos en la pista, uno cerca del otro, casi siendo uno… que días tan lejanos.
Comenzamos a charlar entonces, a hablar sobre nuestros logros y fracasos, mas bien, a inventar nuestros logros y disfrazar nuestros fracasos. Creo que me creyó, siempre he sido bueno contando historias, y a estos años se le suma un mentiroso ya experimentado. Con respecto a ella, puedo saber que hace lo mismo que yo, un tahúr como yo sabe reconocer miradas inseguras, espero que no haya notado que me percate de sus mentiras, es una lastima saber que no te creen.
Reímos como antes, esta vez claro, por respeto a nuestras articulaciones y al potencial público, nos mantuvimos alejados de la pista, nuestro tango ya no era el de antes.
El bar ya estaba perdiendo su brillo, así que entre risas e historias salimos a caminar juntos, no por casualidad, hacia su casa. Al llegar a aquellos conocidos peldaños, hice aquel comentario que, no recuerdo aun porque, hace algunas noches atrás evite pronunciar:
- “ El vestido que lucias cada noche de viernes, te quedaba hermoso, aunque creo más hermoso era tu cuerpo deseoso, vestido que quise destrozar mientras el tango se apropiaba de las miradas envidiosas de los contertulios, te amé y desnudé en silencio, quise dormir a tu lado…”
Ella me sonrió, como tan fuertemente anhelaba, y me invito a pasar, al cerrar la puerta…las palabras se callaron, el silencio gritó de placer, y los cuerpos entonces hablaron.
- Para Aquel viejo tango…aquel viejo vestido, y una historia de pasiones dormidas, pero siempre ardientes.
Te amo Romina