Música suave, dulce melodia
viajas desde el alma y la melancolia.
Caminas solitaria en mi cuerpo
y llegas a los oidos que heredé
de la tierra para ti: mis pies.
Comienzas a moverte sin disimulo
e invitas a todo mi ser a seguir tu canción.
Cuando estoy triste o alegre, cuando lloro y cuando río,
te cuelas de igual forma y no puedo ensordecer a los oídos
que danzan y materializan tus ondas,
incluso cuando escucho el silencio
mi cuerpo se mueve y comienza a girar y girar,
viajando por nubes y soles,
desiertos y mares,
lugares que sólo yo puedo imaginar.
No pienso lo que hago, simplemente nace,
no manejo minuciosamente mi arma,
sin embargo al música es minuciosa.
Contemplo la hermosura de los pasos al aire,
donde el viento es cómplice y se desafía a la gravedad,
cuando me uno al suelo, sin recato ni molestia
para confundirme con él en su textura única.
Mis oídos, mi alma... como corre y corre a toda velocidad,
como crece y crece sin límites.
No quiero dejar de soñar, de sentir, de transformar,
materializar al verdadero yo, heredera de música,
pasión y arte, sirviente fiel de la belleza corporal,
mi aliado invencible de aventuras y desventuras.
No sé si la elegí o me encontró,
lo que sé es que no la dejaré.
La danza, mi danza,
mi punto de encuentro y desencuentro,
mi yo testigo y mi yo ausente,
mi tespestad y mi templanza, mi orden y mi caos.
mi compañera, mi amiga,
mi danza, mi danza.
